Pese a que ya se esperaba tras el último Consejo Regional, la normativa anual de pesca no ha dejado indiferentes a una buena parte de las sociedades de pescadores, precisamente las mas representativas en el sentido de que cuentan con mayor número de asociados y mayor tradición. La sensación de impotencia se deja sentir: «Desde el momento que la Consejería de Medio Ambiente eliminó la reducción aplicable al precio de los permisos de pesca en base a estar asociado, hemos perdido mucha fuerza», comenta un dirigente de una sociedad leonesa. «Estamos en los Consejos como convidados de piedra, ya que no se toma en consideración ninguna de nuestras propuestas. Estamos pensando incluso en no asistir a los mismos».

La sensación de que los buenos tiempos se han acabado y de que a la pesca tradicional le quedan «cuatro primaveras» es notoria entre una gran parte de aficionados. El camino emprendido conduce al abandono de las prácticas tradicionales como el cebo natural, la cucharilla o la mosca ahogada, también denominada mosca a la leonesa. El negocio de los materiales, cañas, carretes, líneas y señuelos está en la mosca seca, que es donde se mueven miles de euros. La gente joven que se aficiona a la pesca entra directamente en la mosca seca a diferencia de los veteranos que comenzaron con el cebo y el lance hasta llegar a la «cola de rata». Ello conduce a que adquieran buena técnica pero escaso conocimiento del río. En todo caso y dado que la mayoría de truchas son repobladas tampoco el conocimiento del río es imprescindible salvo en determinados cursos que todavía conservan truchas autóctonas. Por otra parte la desmovilización, cuando no la división, de los pescadores es patente. Para acallar las quejas de los aficionados de mayor edad, que son los que practican por lo general las artes tradicionales, se ha establecido la licencia de pesca gratuita de los jubilados, independientemente de la pensión de jubilación que cobren.

Pero tampoco la utilización de la pesca como recurso turístico se realiza a satisfacción del sector. La excesiva burocracia a la hora de conseguir permisos, la ausencia de cotos turísticos, y el abandono evidente que presentan cauces y márgenes, no son un gran estímulo para atraer al pescador adinerado a los tres mil kilómetros de ríos trucheros que tiene, siempre en teoría, la provincia de León.